Solidificado





Su novio se había solidificado, no parecía nada que pudiese cambiar mucho su vida, era bastante tranquilo y no muy hablador. Sabía que estaba contento cuando llevaba la camiseta del Xabarín Club, sabía de su tristeza cuando llevaba la camiseta gris de los Creedence. Los estados intermedios se le escapaban un poco si bien la nostalgia solía coincidir con una niqui de Verano Azul y el enfado con uno de El Padrino o de Uno de los Nuestros.
Desde los inicios del tiempo, bueno no, desde los de la relación más bien, le encantaba observarlo, “agarrao” en palabras pero interesante en su manera de comportarse. Le gustaba ver cómo hacía puzzles de cinco mil piezas; le gustaba su manera concisa de cortar las patatas para freir; le gustaba verlo cuando regaba la Poinsettia y los tulipanes con su camisas hawaianas (regalo de ella) y con sus vaqueros de sarga gris (regalo de ella también)... No soportaba a los hombres en pantalón corto, le provocaban vergüenza ajena, se le antojaban ridículos. En la playa en bañador le parecían oportunos, pero encontrarse piernas peludas o lampiñas en medio del súper le daba dentera.
Se habían conocido en la cafetería Júpiter tomando café con leche y la tapa de tortilla calentita que hacía famoso al lugar. Se enamoraron con un asomo de patata y huevo en la barbilla.
Todo fue ideal, siguiendo la fases rutinarias del amor: lujuria y risas desaforadas, descubrimiento del otro como si saborearan el amanecer ( o el churrasco) por primera vez, primeros enfados cuando el otro comienza a comportarse de manera humana y no como el unicornio de fantasía que creíamos que era, equilibrio entre lo real y lo emocional, vivir juntos, suave rutina...
Todo iba bien, maravillosamente bien hasta que un día se levantó y lo encontró solidificado en el salón, en el medio para ser más exactos, le pareció un detalle de lo más considerado puesto que esa ubicación le tapaba las vistas: una fachada mohosa e insultantemente cercana y palomas orondas y gorjeantes; hubiera sido un engorro que se hubiera solidificado sentado en el baño, en la ducha o con el mando de la tele enchironado entre sus manos. Llevaba su camiseta del Xabarín club y eso indicaba, con la certeza de que el elefante barrita y la jirafa gime, que estaba contento, así que ella continuó con su día a día.
Empezó a preocuparse dos meses después de la solidificación, nunca había querido tener una columna en medio del salón...Salió a comer algo al Júpiter, allí estaba ese chico que ya había visto varias veces, se parecía al actor de El Mentalista, trajes parecidos, sonrisa por la que le cedería los primeros pimientos de Padrón de la temporada, ese tizne de tortilla de patata en la comisura de los labios; rizos rubios, jugosos, del largo justo para enredar sus dedos en orgasmos indiscriminados...
¡Decidido! Tenía que contactar con el Museo de Historia Natural para ver cómo podía deshacerse de ese material pre-fósil que le quitaba todo el "fenxui" a la sala. "Bai bai Joni!" 



Silvi Lameiro



Entrada publicada en la penumbra de un blog el 18 de mayo de 2018.


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