Braga desconsolada busca alféizar
Y tú ves una braga desconsolada en el alféizar, desconsolada por no decir descolocada porque cuando uno ve o intuye una braga en el lugar que no es el suyo rodeando cacha y carne, siente una impresión general de desconsuelo mustio. Sin embargo ya estás acostumbrado a las bragas inverosímiles que aparecen allá donde mires, cortesía de tu vecina pelín esquizofrénica, que te alegra la vida llenándola de bragas apolilladas, desembragadas, me imagino que las pillará en el “carfur” de esas de seis a seis euros para que no se le desconsuele también el bolsillo.
Esa braga desconsolada en el alféizar que amaneció de manera recatada y tardía está llena de hermosos suburbios, como si Burroughs fumara crack y "Danielestil" un chino en Cervantes con yonki sin dientes intentando decirle ¿Oistesssss Daniela? mientras escribe sus cosas de lujos asiáticos, occidentales y yates y mucho amor porque hay mucho dinero porque digo yo que los ricos cagarán, mearán y sudarán, perdón defecarán, miccionarán y transpirarán, que además de ricos serán argentinos, como todo el mundo aunque a lo mejor su "transpirasión" huele a lavanda, caléndula y nenúfares recién salidos de un texto literario donde las ranas son pintorescamente verdes y nada pegajosas.
Chopin "pianea" por los patios de luces entre las sábanas tendidas con olor al suavizante del osito o al de marca blanca con olor a flores "revenías", atusando las orejas impasibles de los vecinos que prefieren el "Ave María" de Bisbal.
Y la vecina se asoma a la ventana y por la ventana sale la voz gruesa de Pavarotti cantando Buongiorno a te a mucho volumen, a un volumen brutal diríamos y tras la voz de Pavarotti se asoma su cabeza de pollito emocionado y travieso -hablamos de la cabeza de la vecina no del amigo italiano- y una caravana de sujetadores, bragas y calcetines apesadumbrados y ciertamente molestos de poblar alféizares, árboles, aceras y cascos de bomberos.
Y acordonan la zona y todo el mundo mira y tú te preocupas, pero no por la esquizofrenia sino porque no escuchan lo que escuchas tú ni ven lo que ves tú, que es belleza a cámara lenta, pelis italianas, callejones de Porto, ropa sicilianamente tendida, helados en el calor de la noche de Ragusa Ibla, fusas patidifusas y calderones volando y posándose junto a las bombachas en el alféizar.
Y ya amas a tu vecina por esos momentazos y por no limitarse a saludarte amigablemente en el ascensor o en el súper. No, ella protagoniza dramas psíquicos con ropa voladora incluida y bomberos que te los imaginas como te los imaginas y das gracias por su enfermedad mental y por el atrezzo de los picardías en el alféizar, los tangas en las farolas -Jamás imaginarías que usa tangas, tan considerada ella incluso para sorprenderte- y evocas a Pavarotti zampándose un "plataco" de spaghetti con albóndigas como calentamiento previo al desayuno y una paloma vuela bajo el peso descolorido de un calcetín de Bart Simpson que dice ¿He sido yo?.
Y tú piensas: Bendita locura que lo llenas todo de linternas, arándanos, grutas y lilas.
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