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Mostrando entradas de marzo, 2020

Café salvando al mundo

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Café, el café llega a todos los olfatos, de cualquier manera se abre camino y llega como si fueran arañas solapadas, como si al contacto con la mucosa nasal precipitara miles de gratos y hogareños recuerdos. Tal vez a los criminales, delincuentes, quinquis, “yonkas” debieran ponerle siempre una cafetera humeante cerca para que ese olor los haga pararse y pensar. Algo así como que un tío va a atracarte y huele el café y te abraza y se echa a llorar porque se acuerda de cosas chulas, en toda vida por “muu” facinerosa que sea algo bonito habrá (hasta puede que un lago), no sé, la primera vez que le sacó la pipa a alguien, la primera vez que una bala no impactó en carne, cuando le dio un beso a su crucifijo, se santiguó y se fue a hacerse su primera farmacia, ya sabéis, cosas chulas de esas que hacen a propósito en las pelis para que lloremos a “moco extendido”, sí ya sé en algunas lo hacen tan mal que nos provoca arcadas y cabreo antes que lágrimas, son de un sentimentalismo tan

Amar requiere tiempo

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Me quité el corazón… Arranqué de cuajo, extirpé cepas de cielo, dejando las frondosidades para otro momento. Destrocé un alvéolo con tu ira – el humo llegó después – la mía se sentía impotente. Escuché tímpanos de miel. Cabalgué pasos de cebra en Tijuana o en cualquier gueto europeo. Restringí tus fronteras, quemé mis hombreras, creé impresoras en alucinaciones futuribles. Encadené listas de la compra, menús semanales, rutinas, libretas, deberes, libros, guerreros y katas. Sembré flores y recuerdos enchironados bajo la mina de los lápices. Diseñé sofisticados métodos de elevación de unicornios para tirar la basura sin que los agarradores rozaran sus cuernos. Elaboré estrategias para crear algo visiblemente práctico en el horario habitual de confinamiento. Acampé en mis cobardías nocturnas de ciudad ermitaña y austera. Observé los avances que el sol trazaba en pálidas fachadas tachonadas de encierros y ventanas, de ventanas y encierros. Despilfarré en un sol

Chet

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Experimento a golpe de Chet: Aparece aquella mujer que tanto le gustaba a Mike “jammer” y que siempre veía y desaparecía, después sube escalones, no recuerdo el nombre del actor, después creo que lo vi en una serie corta de alguna pintora o el pintor era él. Me paro o se para él, sube escalones, los platillos le dan otra dimensión a la historia, escribo lo que sea, como de pantera rosa socarrona también apareciendo. Trompeta me centra, me envuelve en su sonido más agudo me flipa el sonido del órgano en una iglesia es como estar en una peli de Drácula que se desarrolla dentro de tus cuerdas vocales y el chelo me chirría de manera que cada una de lo que sea, células, átomos, perímetro sensible de piel me hacen aullar de placer y tenebrosidad, como molas Chet, me gusta cuando vas rápido y me acelero y todo se vuelve loco, me paro corrijo pero no puede ser tengo que seguir, pausa, me voy a ver a TM , luego sigo en el minuto 4:59. Retomo minuto anteriormente citado sigue el tren en la

La mujer que conmocionó al mundo

La mujer, llamémosla NTM, natural de Buenos Aires, si bien estos no debieron de darle mucho por su legendaria mala leche, se ha hecho viral en el mundo telepático e imaginativo por su atrevimiento, - que podríamos calificar de mayúsculo - al salir a la calle a la edad de cincuenta y tres años con minifalda; esto no tendría nada de extraño si no fuera porque es patizamba y la distancia entre su tobillo y su rodilla es diminuta, tirando a escandalosamente diminuta, para hacernos una idea diremos que la distancia podría ser de doce hormigas en posición vertical. Además de su cortedad de piernas, la aludida cuenta con unas curvas que no parecieran caber en un personaje de tan reducidas dimensiones, ella sostiene, Pereira no, ella, que su altura es de un metro cincuenta si bien fuentes cercanas a ella, - ¡Su marido raja que da gusto! - confiesa que no pasa del metro cuarenta y ocho con cinco, aunque él le sigue la corriente y redondea su estatura, según sus propias palabras " - Para q

Tengo un cuerpo

Tengo un cuerpo desfondado, un cuerpo nuevo, un cuerpo extraño, un cuerpo que jamás he aceptado y no sé por qué ahora tendría que hacerlo, un cuerpo que suda a chorros expulsando la bilis y toda la mierda que le obligo a tragar por mi incontinencia a la hora de comer. Un cuerpo que no estoy cuidando, un cuerpo al que lleno de maleza porque es la única manera que conozco de calmar mi ansiedad o clamar mi ansiedad, mis frustraciones; un cuerpo en el que escondo todo lo que no me gusta, me hace daño, no sé asimilar, elaborar. Tengo un cuerpo al que nunca he amado, con bien  de celulitis, en parte por genética y en parte porque me aplico a fondo para que así sea, un cuerpo que no me a bandona  porque mi parte luminosa también se lo curra y necesita el kárate para desfogar y ponerme la cara colorada y el sudor en modo regadera, un cuerpo al que amo y al que odio, pero al que no entiendo y que no me entiende o tal vez se limita a expandirse por mi maltrato. Tengo un cuerpo que envejece y