La narradora desvarió un raro




Me tomaría un café y escribiría hasta las seis de la mañana y luego me iría a pasear toda la noche. Hasta sus últimas consecuencias. Quitaría toda la tristeza, la gorda, la pequeña no, cumple su función de acicate para lo feliz, y no dejaría que volviera a mí, que volviera a crear en mí un socavón hasta el centro de la tierra. Quitaría la tristeza de todos los muelles del colchón, de todos los ácaros, de todas las pielecitas y olores nocturnos, de todos los viscolásticos.
Me tomaría el yogur y dejaría que los bífidus se las apañaran sin mi flora intestinal. Me gusta florida y enfundada, enmascarada, ensimismada en una noche, un sello, una pared o un pedacito de lacre verde y roto.
Eres como el asterisco de una noche de verano. Eres, mejor, como el asterisco que nunca tuve, te llamaré descalza como la condesa, los karatekas y los niños de la calle.
Vestirás añiles de atún, mastuerzos y mediodías.
Espera, dejo la pluma un momento, he de salir a la noche para volver a llenarla.
Raro, cuatro personas, dos de ellas policías, charlan, raro porque estamos cuarentenados y están fuera de hora de paseo y parece amigable la cosa.
Molestan los plagios, las copias, si bien es un síntoma de admiración, admirá (ahora ha salido mi argentina soul) de otra manera, andá, decilo nomás o tantito ¿mexicano?
Sembrar ideas y recoger oders los laureles.
Tus opiniones sobre mí son tuyas no mías. No me afectan porque la maldad es tuya.
Me cuesta entender por qué alguien pudiendo utilizar sus palabras, mejores o peores, lindas o feas, altas o bajas prefiere usar otras, que nomás enmascaran y esconden. No sos vos, es otre el que habla. Algo tendrás que decir a tuspecto o al respecto, igual es que a mí siempre me sobran palabras, “a lo menos” para escribirlas.
Estoy orgullosa de mis palabras, me ha costado mucho conseguirlas, años y años de buscarlas, diccionarios de sinónimos y libros a mancheas; las balbuceantes, olvidadas o dejadas atrás, las que me invento o pronuncio mal sólo cuando joniprimi está delante no cuentan y pido encarecidamente, vale ruego a la menor brevedad que no se me tengan en cuenta ni a cuenta. La cuneta la esquivé, creo que sólo por obstinación y por molestar a quien esperaba que cayese en ella. Señales había, pero que haya señales no significa que haya que seguirlas, léase El corazón del Tártaro. Y algunas, muchas, muchísimas en realidad aún se me resisten por eso no quiero usar palabras de otros, se me antojan más útiles las mías.
Yo soy soy y mis petulancias… el otro día dibujé petunias, toda la vida siendo una y no sabía cuáles eran, mis tulipanes, mi olvido y mi ex-alcoholismo. Me amo, no me apruebo aún y tal vez me duche.
En qué nos hemos convertido que decimos las más enojosas, aberrantes, dilapidadoras de odio – si sigo hablando de palabras –  a quien decimos amar. Para amarme así no te molestes, yo ya venía amada de casa.
     – Vives sola
– Por eso.
Mi amor por mí es tan ineludible que ni toda tu entereza bravucona y aborrecedora podría desabastecerlo de mis estantes. A veces, muchas, me repito lo sé, forma parte de mi encanto…
Sueño con despertarme pronto, pero bien dormida y tomarme un café. He de irme.
No me duermo porque hoy me he levantado muy tarde a las once cuarenta, me siento poco mimada estos últimos días, los primeros bien.
Siento que me ha abandonado la capa idílica de la piel.

                                                                                                                     
                                                                                                                      Silvi Lameiro


Entrada publicada en la penumbra de un blog el 5 de mayo de 2020.









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